Duomo di Siracusa illuminato nel cuore del centro storico di Ortigia

Catedral de Siracusa

Un monumento único en el mundo, donde la majestuosidad de un templo griego del siglo V a.C. aún vive dentro de una deslumbrante catedral barroca, símbolo de 2500 años de historia, arte y fe ininterrumpida.

Entrar en la Catedral de Siracusa no es una simple visita a una iglesia, sino un viaje físico a través de las capas de la historia occidental. Es el ejemplo más impactante y mejor conservado de sincretismo arquitectónico, un lugar donde el paganismo y el cristianismo no se anularon, sino que se fusionaron en una armonía potente y sugerente. El edificio es un libro de piedra cuyas páginas, escritas en griego antiguo, latín y dialecto barroco, cuentan la historia de Siracusa y del Mediterráneo.

Historia y arquitectura: una incesante transformación

El templo de Atenea (s. V a.C.): El corazón palpitante de la catedral es el antiguo templo dórico, períptero, edificado por el tirano Gelón tras la victoria contra los cartagineses en la batalla de Hímera (480 a.C.). Era uno de los templos más ricos y famosos de la Magna Grecia, descrito también por Cicerón. Sus poderosas columnas monolíticas y el estilóbato (el basamento escalonado) no son ruinas, sino elementos estructurales y visuales perfectamente integrados en la iglesia actual, especialmente a lo largo de la nave izquierda y en el exterior.

La basílica bizantina (s. VII d.C.): Con la llegada del cristianismo, el templo fue convertido en basílica. Los bizantinos tapiaron los espacios entre las columnas exteriores (el peristilo) para crear los muros perimetrales y abrieron ocho arcos en la pared de la cella interior del templo para crear las naves. Esta genial operación de "vaciado" permitió la conservación casi integral de la estructura griega.

El renacimiento barroco (post-1693): El devastador terremoto de 1693 provocó el derrumbe de la fachada normanda. La reconstrucción se confió al arquitecto palermitano Andrea Palma, quien entre 1728 y 1753 realizó la actual y magnífica fachada. Es una obra maestra del barroco siciliano, concebida como un proscenio teatral. Se caracteriza por un fuerte impulso vertical, un sabio uso de columnas, pilastras y cornisas que crean un juego dinámico de luces y sombras. Las estatuas que la adornan representan a la Virgen Inmaculada, San Pedro, San Pablo y las santas siracusanas Lucía y Marciano.

Tesoros interiores que no debe perderse
  • Las columnas dóricas: El contraste entre la solemnidad austera de las columnas griegas, visibles a lo largo de las naves, y la riqueza de las decoraciones barrocas es la esencia misma de la Catedral.
  • La capilla de Santa Lucía: La segunda capilla de la nave derecha es el corazón de la devoción siracusana. Alberga la preciosísima estatua de plata de la santa patrona, obra del escultor Pietro Rizzo (1599), y sus reliquias. La estatua sale en procesión dos veces al año, en diciembre y mayo.
  • La pila bautismal: Situada en la primera capilla de la izquierda, es una pieza de reutilización excepcional. La pila es un antiguo cráter griego de mármol de época helenística, sostenido por siete pequeños leones de bronce de época normanda.
Visita y atmósfera

La visita a la Catedral es una experiencia inmersiva. Se recomienda recorrer lentamente las naves, tocar las columnas griegas y admirar cómo la luz se filtra por las ventanas barrocas. El ambiente es solemne, cargado de una espiritualidad que trasciende las fes individuales y habla el lenguaje universal de la historia y la belleza. Por la noche, la iluminación de la plaza y de la fachada crea uno de los escenarios urbanos más memorables de Italia.

Chiesa di Santa Lucia alla Badia nel centro di Ortigia, Siracusa

Iglesia de Santa Lucía alla Badia

Una joya de la arquitectura barroco-rococó, célebre en todo el mundo por albergar en su altar mayor una de las obras maestras más potentes y dramáticas de Caravaggio: "El entierro de Santa Lucía".

Situada en el extremo sur de la Piazza Duomo, en una posición escenográfica de gran impacto, la Iglesia de Santa Lucia alla Badia es una parada imprescindible. Aunque su arquitectura es valiosa en sí misma, su fama está indisolublemente ligada al tesoro que custodia: el inmenso y trágico lienzo de "El entierro de Santa Lucía", pintado por Michelangelo Merisi da Caravaggio durante su atormentada estancia en Siracusa. La iglesia es, por tanto, un doble monumento: al arte barroco y al genio revolucionario de uno de los más grandes pintores de todos los tiempos.

Historia y Arquitectura

La iglesia actual se levanta en el lugar de un edificio medieval anterior, anexo a un monasterio de monjas cistercienses (la "Badia"), destruido por el terremoto de 1693. La reconstrucción, que tuvo lugar entre 1695 y 1703, se atribuye al arquitecto Luciano Caracciolo.

La fachada: la fachada es un elegante ejemplo de la transición entre el barroco y el rococó. El elemento más distintivo es su forma cóncava, que dialoga armoniosamente con la plaza. El portal está coronado por un magnífico y aéreo balcón de hierro forjado, sostenido por ménsulas decoradas, que en su día fue la reja desde la que las monjas de clausura presenciaban la vida de la plaza. El escudo de armas en la parte superior lleva los símbolos del martirio de Santa Lucía: la espada, la palma y la corona.

El interior: el interior es de una sola nave, luminoso y armonioso, con cuatro altares laterales. La decoración es sobria y elegante, pensada para no desviar la atención del foco visual y espiritual del edificio: el gran lienzo situado detrás del altar mayor.

La obra maestra de Caravaggio (1608)

"El entierro de Santa Lucía" es la obra que por sí sola merece la visita.

El encargo y la historia: fue encargada a Caravaggio por el Senado de Siracusa en 1608, mientras el pintor huía de Malta. La obra estaba destinada originalmente a la Basílica de Santa Lucia extra moenia, en el lugar del martirio. Tras numerosos traslados y restauraciones, ha encontrado su ubicación definitiva en esta iglesia, garantizando su disfrute y seguridad.

Análisis de la obra: es un lienzo de una potencia dramática sobrecogedora. Caravaggio rompe con la iconografía tradicional. El cuerpo de la Santa es pequeño, humilde, abandonado en primer plano, mientras que el espacio está dominado por las imponentes y brutales figuras de los dos sepultureros. La luz, verdadera protagonista, cae desde arriba, rasgando la oscuridad e incidiendo en los personajes, creando una sensación de tragedia inminente y desolación. Es una obra profundamente humana y espiritual, que refleja el atormentado estado de ánimo de su autor.

Visita y Atmósfera

La entrada es gratuita. La iglesia suele estar en silencio, lo que permite una contemplación casi privada de la obra maestra. Se recomienda sentarse en los bancos y dedicar varios minutos a observar el lienzo, dejándose absorber por su luz y su dramatismo. La visita ofrece una de las emociones artísticas más intensas que Siracusa puede regalar.

Tempio di Apollo al tramonto nel centro storico di Ortigia, Siracusa

Templo de Apolo

Situado a la entrada de Ortigia, casi como una bienvenida monumental, el templo de Apolo es uno de los vestigios más significativos de la Siracusa griega. Su importancia no reside solo en su antigüedad, siendo el primer gran templo períptero de piedra del occidente griego, sino también en su valor como documento arqueológico. Sus formas macizas y sus soluciones arquitectónicas arcaicas representan un momento de transición crucial, un experimento en el que la arquitectura de los templos griegos, liberada de la madera, comenzaba a definir su propio canon monumental en piedra.

Contexto histórico y arqueológico

Edificación (principios del s. VI a.C.): Datable en torno al 580-570 a.C., el templo se erigió en una zona que ya albergaba un lugar de culto al aire libre. Su construcción marca la afirmación de la tiranía de los Gamoroi (los descendientes de los primeros colonos corintios) y la voluntad de dotar a la polis de un edificio sagrado de una grandiosidad sin precedentes. Su posición, cerca del puerto y del mercado, subrayaba su centralidad en la vida cívica y comercial.

La inscripción dedicatoria: Un elemento de valor excepcional es la inscripción, grabada en el escalón más alto del estilóbato. Aunque de difícil lectura, dice: "Cleómene[s] (o Clístenes), hijo de Cnidieidas, hizo para Apolo (el templo), y levantó sus columnatas, obras hermosas". Es una de las inscripciones griegas más antiguas en un edificio monumental y, hecho raro, menciona el nombre del arquitecto (o del comitente).

Transformaciones sucesivas: Como la Catedral, el templo de Apolo es también un palimpsesto. En el siglo VI d.C. fue transformado en iglesia bizantina. En época árabe se convirtió en mezquita. Posteriormente, los normandos edificaron sobre él su basílica. En época española, la zona fue englobada en un cuartel, que de hecho ocultó y preservó los restos del templo hasta su redescubrimiento, entre 1860 y 1943.

Análisis arquitectónico

Planta: Es un templo períptero con 6 columnas en la fachada (hexástilo) y 17 en los lados largos, una proporción alargada típica de los templos arcaicos. La fachada presentaba una doble fila de columnas, creando un pronaos (vestíbulo) muy profundo.

Columnas: Las columnas son monolíticas, achaparradas y muy juntas. Esto confiere al conjunto un aspecto macizo y potente. El intercolumnio (la distancia entre columnas) es variable, lo que demuestra un dominio aún no completo de las reglas de simetría.

Estructura interna: El interior estaba dividido en pronaos, cella (dividida en tres naves por dos hileras de columnas internas), y el ádyton, una cámara sagrada en el fondo, típica de los templos siciliotas.

Decoración: La decoración escultórica se concentraba en la parte superior. Quedan fragmentos de un gorgoneion de terracota policromada que adornaba el frontón, con función apotropaica (para ahuyentar las malas influencias).

Información práctica

El sitio está al aire libre y es visible gratuitamente desde el Largo XXV Luglio. Paneles informativos en el lugar ilustran su historia y planta.

Fontana di Diana in Piazza Archimede a Ortigia, Siracusa

Plaza de Arquímedes y Fuente de Diana

El corazón elegante de Ortigia y el triunfo de la Siracusa clásica en la piedra y el agua

En el corazón de Ortigia, en el cruce de las calles que unen el centro histórico de Siracusa, se abre la Plaza de Arquímedes: un espacio urbano armonioso, rodeado de palacios históricos y dominado, en el centro, por la monumental Fuente de Diana. Es una plaza que conjuga elegancia arquitectónica y memoria histórica, devolviendo a la mirada del visitante un fragmento de aquella Siracusa que fue encrucijada de civilizaciones y centro de poder político y cultural en el Mediterráneo antiguo.

La plaza y su contexto histórico

Realizada en la segunda mitad del siglo XIX, en un momento de redefinición urbanística de Ortigia, la Plaza de Arquímedes se ubica en una zona antiguamente ocupada por manzanas medievales, demolidas para crear un amplio espacio de representación. Dedicada al genio siracusano Arquímedes, hoy está delimitada por edificios de gusto ecléctico y modernista, entre los que destaca el Palacio del Banco de Italia con su fachada sobria y monumental. Su configuración actual atestigua la voluntad de devolver a Siracusa un centro neurálgico moderno sin renunciar a la memoria del pasado.

La Fuente de Diana: mito y celebración

Obra del escultor palermitano Giulio Moschetti, la fuente fue inaugurada en 1907 como homenaje a la historia mitológica de la ciudad. La figura central es la diosa Artemisa (Diana para los romanos), protectora de Ortigia, representada en actitud majestuosa y severa, con el arco bajado y la mirada fiera. A sus pies se desarrolla la metamorfosis de Aretusa, la ninfa que, para huir de las atenciones de Alfeo, fue transformada en fuente por Artemisa. La escena, representada con dinamismo escultórico y un sabio juego de volúmenes, está enmarcada por figuras marinas y chorros de agua que crean un movimiento continuo. El grupo escultórico, en mármol y piedra, une solemnidad clásica y gusto modernista, insertándose con armonía en el espacio de la plaza.

Significado simbólico e identitario

La elección de representar a Diana y Aretusa no es casual: el mito de la fuente de Aretusa, situada a pocos pasos de la plaza, es uno de los símbolos más potentes de Siracusa, puente entre leyenda y topografía real. La fuente se convierte así en un signo de identidad, uniendo el recuerdo de la Siracusa griega con la modernidad de la ciudad post-unitaria.

Visita y ambiente

Hoy la Plaza de Arquímedes es un lugar de encuentro y paseo, frecuentado por residentes y turistas, donde la elegancia de los palacios históricos se refleja en las aguas de la fuente. Por la noche, la iluminación escenográfica realza los volúmenes de las esculturas, mientras que el sonido del agua atenúa el bullicio de la ciudad, devolviendo una atmósfera suspendida entre la vivacidad urbana y la sugestión histórica. Es uno de esos lugares en los que Siracusa muestra su capacidad única para hacer convivir el mito y la cotidianidad.

Castello Maniace affacciato sul mare nel centro di Ortigia, Siracusa

Castillo Maniace

El centinela de piedra en el extremo de Ortigia

Proyectado como la proa de un barco en el extremo sur de Ortigia, el Castillo Maniace es una de las fortificaciones medievales más imponentes del Mediterráneo. Su mole, rodeada por las aguas del puerto grande y del mar abierto, encarna ocho siglos de historia militar y marítima de Siracusa: un baluarte erigido para defender la ciudad y, al mismo tiempo, una obra maestra de la arquitectura suaba.

Orígenes y fundación suaba

El castillo fue edificado entre 1232 y 1240 por voluntad del emperador Federico II de Suabia, quien confió la dirección de las obras a su lugarteniente Jorge Maniaces, de quien toma el nombre. La elección de Ortigia como sitio estratégico respondía a la necesidad de controlar el acceso a los puertos y de vigilar las rutas navales del Mediterráneo central. La estructura, concebida como una residencia fortificada, une la elegancia formal de la arquitectura federiciana con la funcionalidad de las obras defensivas.

Arquitectura y características

El castillo tiene planta cuadrangular, con torres cilíndricas en las esquinas y un amplio patio interior. Las murallas, gruesas y compactas, están hechas de bloques de piedra caliza local, capaces de resistir los asaltos y las marejadas. La entrada original, orientada hacia la ciudad, estaba protegida por un puente levadizo. En el interior, quedan vestigios de estancias residenciales y de salas abovedadas, entre ellas la gran sala central sostenida por columnas monolíticas de mármol, probable lugar de audiencias o de ceremonias oficiales. El castillo presenta elementos decorativos típicos del estilo suabo, como arcos ojivales y cornisas esculpidas, que atestiguan la voluntad imperial de unir poder militar y magnificencia simbólica.

Historia y transformaciones

En los siglos siguientes, el Castillo Maniace sufrió numerosas intervenciones y adaptaciones: en la época aragonesa y española se añadieron bastiones y obras de refuerzo para adecuarlo a las nuevas artillerías; en el siglo XVII se integró en el sistema defensivo costero de la ciudad. En el siglo XIX asumió funciones de cuartel y prisión militar, perdiendo en parte su elegancia original, pero manteniendo intacta la fuerza de su mole.

Visita y atmósfera

Hoy el Castillo Maniace es visitable y ofrece un recorrido que combina arquitectura, historia y paisaje. Desde el camino de ronda y las cortinas se abre un panorama espectacular: al este el mar Jónico, al oeste el puerto grande y las colinas del interior. El contraste entre la severidad de la piedra y la luz cegadora del mar crea una atmósfera potente y casi teatral, que devuelve al visitante la sensación de encontrarse en un lugar suspendido entre el pasado imperial y la perenne vitalidad del mar. Es el centinela de Ortigia, guardián silencioso de sus aguas y de su historia.

Palazzo Vermexio, sede del municipio di Siracusa, in Ortigia

Palacio Vermexio

La casa del gobierno y el manifiesto cívico de la Siracusa barroca

Dominando con su elegante fachada el lado sur de la Piazza Duomo, el Palacio Vermexio es el edificio civil más importante de Ortigia y la sede histórica del poder municipal de Siracusa. Emblema de autoridad y prestigio, encierra cuatro siglos de historia administrativa, custodiando en su interior la memoria de asambleas, ceremonias y decisiones que han moldeado la vida de la ciudad. Su arquitectura, refinada y rigurosa, expresa el equilibrio típico del barroco siciliano de principios del siglo XVII, un barroco todavía controlado y cercano a las sugerencias renacentistas.

Orígenes y encargo

La construcción del palacio comenzó en 1629, cuando el Senado de Siracusa decidió dotarse de una nueva sede que reflejara el rango de la ciudad y su autonomía institucional. El proyecto fue confiado al arquitecto Juan Vermexio, de origen español pero activo en Sicilia, quien diseñó un edificio imponente pero sobrio, coherente con la tradición arquitectónica mediterránea. El lugar elegido, en la plaza más representativa de la ciudad, respondía a la precisa voluntad política de situar el poder civil junto al religioso, encarnado en la majestuosa fachada de la Catedral de Siracusa.

Arquitectura y simbología

La fachada del Palacio Vermexio, realizada en piedra caliza local, se organiza en dos órdenes horizontales. La planta baja, severa y regular, está marcada por un portal central adintelado y aberturas simétricas; la planta superior, de mayor ligereza visual, se abre en una secuencia de balcones con barandillas de hierro forjado, sostenidos por ménsulas esculpidas con motivos vegetales y zoomorfos. Un elemento curioso y distintivo es la pequeña lagartija esculpida, escondida entre las molduras inferiores de la fachada: según la tradición, representa la "firma" del arquitecto Vermexio, que habría dejado así una marca personal y reconocible de su obra.

Los interiores conservan amplias salas de representación, entre ellas el Salón de Recepción, utilizado para reuniones institucionales y ceremonias solemnes. Aquí, los techos de madera artesonados y el mobiliario histórico conviven con intervenciones posteriores, testimoniando la evolución funcional del palacio a través de los siglos.

Historia y transformaciones

Desde su inauguración, el Palacio Vermexio se convirtió en el corazón de la vida política y administrativa de Siracusa. En él se celebraban las sesiones del Senado de la ciudad, se conservaban documentos y sellos oficiales, y se organizaban eventos públicos para celebrar la ciudad. El terremoto de 1693, que devastó gran parte del sureste de Sicilia, también causó daños al palacio, pero el edificio fue restaurado rápidamente, manteniendo inalterada su estructura original. En los siglos siguientes, adaptaciones y remodelaciones actualizaron los espacios a las necesidades modernas, sin alterar su carácter histórico.

Función y vida actual

Hoy, el Palacio Vermexio sigue siendo la sede del Ayuntamiento de Siracusa, albergando las oficinas del gobierno y del consejo municipal. En su interior se conservan obras de arte y reliquias relacionadas con la historia de la ciudad, como escudos, retratos y pergaminos antiguos. Periódicamente, algunas salas se abren al público con motivo de exposiciones, conferencias y eventos culturales, ofreciendo la oportunidad de admirar de cerca los ambientes históricos y comprender el papel institucional que siguen desempeñando.

Visita y atmósfera

Quien se detiene frente al Palacio Vermexio percibe inmediatamente el diálogo arquitectónico con los demás edificios que delimitan la Piazza Duomo: un equilibrio escenográfico en el que el poder civil y el religioso se enfrentan simbólicamente, separados pero complementarios. Desde el interior, los balcones ofrecen vistas privilegiadas de la plaza, revelando perspectivas que, entre juegos de luces y volúmenes barrocos, revelan la gran teatralidad urbana de Ortigia. El palacio no es solo un monumento: es un organismo vivo, donde la historia de la ciudad continúa escribiéndose día a día, bajo la mirada inmóvil de la lagartija de piedra que vigila desde hace casi cuatro siglos.

Un vicolo caratteristico del quartiere della Giudecca a Ortigia, Siracusa

Barrio de la Giudecca

El antiguo corazón judío de Ortigia entre memoria, cultura y piedra viva

En el sector sudeste de Ortigia, encajado entre callejones tortuosos y plazuelas apartadas, se desarrolla el Barrio de la Giudecca, la antigua judería de Siracusa. Es un lugar en el que la topografía urbana conserva todavía la huella de la comunidad judía que, durante siglos, fue parte integrante del tejido social y económico de la ciudad, dejando tras de sí un patrimonio material e inmaterial de extraordinario valor. Pasear por este barrio significa sumergirse en una Siracusa oculta, hecha de arquitecturas íntimas, patios interiores y memorias esculpidas en la piedra.

Orígenes y desarrollo de la comunidad judía

La presencia judía en Siracusa está atestiguada desde la época romana, pero el barrio se desarrolló plenamente en la Edad Media, entre los siglos IX y XV, en una fase de expansión económica y cultural de la ciudad. La judería de Ortigia se organizaba en torno a su sinagoga principal, centro religioso y comunitario, y albergaba viviendas, talleres artesanales, escuelas y espacios de reunión. La comunidad judía de Siracusa era famosa por sus actividades comerciales, la elaboración de tejidos y su habilidad médica, y desempeñaba un papel importante en las relaciones económicas con otras ciudades del Mediterráneo.

La estructura urbanística y los edificios

El barrio se caracteriza por una trama viaria irregular, con callejones estrechos y a veces abovedados, que se abren a pequeñas plazas como la Piazza della Giudecca, dominada por palacios nobiliarios de época posterior. Entre los testimonios más significativos figura el Miqwè, el antiguo baño ritual judío, uno de los más grandes y mejor conservados de Europa, situado a varios metros de profundidad y alimentado por agua freática: un lugar de purificación espiritual que narra con extraordinaria inmediatez la vida cotidiana de la comunidad.

Muchas de las viviendas medievales fueron englobadas o transformadas en época renacentista y barroca, tras la expulsión de los judíos de Sicilia decretada por los Reyes Católicos en 1492. Esto ha creado un tejido arquitectónico estratificado, en el que se superponen elementos de épocas diferentes, pero en el que la planta medieval sigue siendo legible.

Historia y transformaciones

1492 representó una cesura dramática: la comunidad judía fue obligada a abandonar la ciudad, sus bienes fueron confiscados y la sinagoga transformada en iglesia cristiana. En los siglos siguientes, el barrio conoció fases alternas de decadencia y renacimiento, albergando a familias aristocráticas, órdenes religiosas y población popular. La identidad judía original se fue perdiendo lentamente, sobreviviendo sin embargo en la toponimia, en las memorias populares y en algunos rasgos arquitectónicos.

La recuperación de la memoria

En las últimas décadas, el Barrio de la Giudecca ha sido objeto de estudios, restauraciones e iniciativas encaminadas a recuperar y valorar el patrimonio histórico ligado a la comunidad judía. La restauración del Miqwè y la apertura al público de algunos edificios históricos han devuelto la visibilidad a una parte fundamental de la identidad de Siracusa, conectando el barrio con las rutas de la memoria judía en Sicilia.

Visita y atmósfera

Visitar la Giudecca de Ortigia significa perderse por callejones en los que el tiempo parece ralentizarse: las fachadas de piedra clara, adornadas con balcones de hierro forjado, las hornacinas votivas en las esquinas de las calles, los portales esculpidos y los patios interiores devuelven una atmósfera suspendida, donde se entrelazan historia y cotidianidad. La luz que se filtra entre las casas, los silencios interrumpidos por el paso de los residentes y el perfume de la piedra calentada por el sol evocan un mundo antiguo que, aunque transfigurado, nunca ha dejado de vivir. Es un lugar que invita al descubrimiento lento, a la escucha de las historias y al respeto por una memoria que pertenece no solo a Siracusa, sino al patrimonio cultural universal.

Banco di pesce fresco al Mercato di Ortigia, Siracusa

Mercado de Ortigia

Un mosaico de colores, aromas y voces en la ciudad antigua

El Mercado de Ortigia es el corazón palpitante de la isla de Siracusa, un lugar donde el alma popular de la ciudad se manifiesta con energía, autenticidad y una escenografía sensorial inigualable. Situado a lo largo de la Via De Benedictis, no lejos de la Porta Marina, el mercado ha sido durante siglos un punto de intercambio y encuentro, donde pescadores, agricultores, comerciantes y artesanos se reúnen para ofrecer lo mejor de la producción local y para mantener viva una tradición que hunde sus raíces en la propia historia de Siracusa.

Orígenes y continuidad histórica

La existencia de un mercado en esta zona está documentada desde la época medieval, cuando Ortigia, centro vital y densamente poblado, necesitaba espacios para el comercio diario. La actual estructura al aire libre mantiene el espíritu de aquellos tiempos, aunque haya adoptado formas y dinámicas diferentes a lo largo de los siglos. A pesar de los cambios urbanísticos y sociales, la lógica del mercado sigue siendo la misma: poner en relación directa al productor y al consumidor, a través del lenguaje universal de la comida y el comercio.

Un recorrido entre puestos y tenderetes

Pasear por el Mercado de Ortigia significa sumergirse en un flujo animado y multicolor. Los puestos exhiben una variedad de productos que atestiguan la riqueza agrícola y marina de Sicilia: pescado fresco recién desembarcado —desde atún hasta anchoas, desde salmonetes hasta erizos de mar—, frutas y verduras de temporada de colores intensos, quesos artesanales, embutidos locales, especias, conservas y dulces tradicionales. No faltan especialidades típicas como el "pane cunzato", las aceitunas aliñadas, las alcaparras de Pantelleria, los tomates secos y los cítricos de Siracusa, famosos por su dulzura.

Atmósfera y lenguaje

Lo que hace único a este mercado no es solo la calidad de los productos, sino su atmósfera. Los vendedores animan los puestos con "abbanniate", las llamadas a viva voz en dialecto, que mezclan ironía, teatralidad y marketing popular. Los aromas de especias orientales se mezclan con los de la salitre y la fruta fresca, mientras que el vocerío continuo se alterna con el sonido metálico de las balanzas y el crujido de las bolsas de papel. Es una experiencia que involucra todos los sentidos y que remite a una idea de comercio preindustrial, todavía basado en la relación humana directa.

Función social y cultural

Además de ser un lugar de compra, el Mercado de Ortigia es un espacio de socialización. Residentes y turistas se encuentran entre los puestos, intercambian consejos de cocina, prueban productos, observan las técnicas tradicionales de preparación y conservación de los alimentos. En los últimos años, junto a los puestos históricos, han surgido pequeños restaurantes y tiendas gourmet, que reinterpretan los sabores locales en clave contemporánea sin desnaturalizar la identidad del lugar.

Una experiencia para vivir por la mañana

El mercado está en su apogeo en las primeras horas de la mañana, cuando los pescadores regresan con la pesca nocturna y los primeros clientes llenan las calles. La luz rasante realza los colores de los productos y crea una atmósfera vibrante que, con el paso de las horas, da paso a un ritmo más lento, hasta el desmontaje de los puestos por la tarde. Visitar el Mercado de Ortigia significa entrar en contacto con la vida cotidiana de Siracusa, comprender su cultura gastronómica y participar, aunque solo sea por un instante, en la vida auténtica de la isla.

Teatro Greco di Siracusa con vista panoramica vicino a Ortigia

Teatro Griego de Siracusa

El eco inmortal de la tragedia y de la historia

Excavado en la ladera rocosa de la colina Temenite, dentro del área arqueológica de Neápolis, el Teatro Griego de Siracusa es uno de los más grandes y mejor conservados del mundo antiguo. Aquí, durante siglos, se entrelazaron espectáculo, culto y política: un escenario natural en el que la voz de la tragedia clásica y de la historia cívica resuena todavía hoy. Su imponencia y su perfecta integración con el paisaje atestiguan el altísimo nivel alcanzado por la arquitectura teatral griega en Sicilia.

Orígenes y transformaciones

La primera edificación del teatro data de finales del siglo V a.C., probablemente bajo la tiranía de Dionisio I, pero su forma monumental actual se debe a las intervenciones del siglo III a.C., en la época de Hierón II, cuando Siracusa estaba en la cúspide de su poder. En época romana, el teatro fue parcialmente modificado para albergar espectáculos más adecuados al gusto latino, como las representaciones de pantomima y las venationes. A pesar de ello, ha mantenido gran parte de sus estructuras originales, ofreciéndonos un ejemplo insigne de ingeniería escénica griega.

Arquitectura y dimensiones

Enteramente excavado en la roca caliza, el teatro posee una cávea de unos 138 metros de diámetro, capaz de acoger hasta 15.000 espectadores. La disposición en gradas, dividida en nueve sectores (kerkides) por ocho escaleras radiales, garantizaba una excelente visibilidad y una acústica sorprendente, amplificada por la conformación natural de la colina. La orquesta semicircular y el escenario estaban decorados con elementos arquitectónicos de gran valor, hoy en parte reconstruidos o reubicados en el cercano Museo Arqueológico “Paolo Orsi”. Las inscripciones rupestres a lo largo de las gradas, entre ellas dedicatorias a divinidades o autoridades de la ciudad, constituyen valiosos testimonios epigráficos.

Centro de cultura y propaganda

En el teatro se celebraban no solo representaciones dramáticas de Esquilo, Sófocles y Eurípides –a veces en estreno absoluto– sino también asambleas públicas y ceremonias cívicas. Según la tradición, fue aquí donde se representaron algunas obras de Esquilo en presencia del propio autor, que eligió Siracusa como su segunda patria artística. El teatro fue, por tanto, un instrumento de cohesión social y de legitimación política, además de un centro religioso dedicado a Dioniso.

El renacimiento moderno

Tras siglos de abandono y expolio, el teatro volvió a la vida a principios del siglo XX gracias a las campañas de excavación de Paolo Orsi. Desde 1914 acoge el ciclo de representaciones clásicas promovido por el INDA (Instituto Nacional del Drama Antiguo), que cada primavera devuelve al lugar su función original, con escenografías esenciales y el eco poderoso de la palabra trágica.

Visita y atmósfera

Subir por las gradas del Teatro Griego significa abarcar con la mirada el gran puerto de Siracusa, la isla de Ortigia y la línea del Etna a lo lejos. La experiencia es doble: por un lado, la contemplación de una obra maestra arquitectónica modelada por la roca y el tiempo; por otro, la imaginación de un público antiguo que, bajo el mismo sol y el mismo cielo, escuchaba el destino de héroes y dioses. Es un lugar donde la historia no solo se custodia, sino que se revive constantemente.

Ingresso del Museo Archeologico Paolo Orsi a Siracusa

Museo Arqueológico Regional “Paolo Orsi”

El templo de la memoria siciliana: de las raíces prehistóricas a los fastos de la Siracusa griega

Inmerso en el verdor de la zona arqueológica de Siracusa, a pocos pasos de la Neápolis y de la basílica de San Juan en las Catacumbas, el Museo Arqueológico Regional “Paolo Orsi” es uno de los museos arqueológicos más importantes de Europa. Dedicado al gran arqueólogo de Rovereto que, entre los siglos XIX y XX, sacó a la luz vastos sectores de la antigua Siracusa y de Sicilia oriental, el museo custodia y narra toda la parábola histórica de la isla, desde las primeras comunidades prehistóricas hasta los umbrales de la edad bizantina.

Arquitectura y concepción museística

El museo, inaugurado en 1988, se encuentra en un edificio moderno diseñado por el arquitecto Franco Minissi, concebido para valorizar el disfrute científico y didáctico de las colecciones. La estructura, articulada en varios niveles alrededor de un amplio espacio central, ofrece recorridos expositivos organizados por ámbitos cronológicos y territoriales, con amplias vitrinas y paneles explicativos que permiten un enfoque a la vez especializado y divulgativo. La luminosidad natural, filtrada por amplias superficies acristaladas, dialoga con la sobriedad del hormigón visto, creando un equilibrio entre modernidad arquitectónica y antigüedad expuesta.

Las colecciones: un viaje en el tiempo

El recorrido del museo se divide en cuatro grandes secciones:

Sección A – Prehistoria y Protohistoria: hallazgos líticos, cerámicas y objetos de uso procedentes de los primeros asentamientos humanos en Sicilia, desde el Paleolítico hasta el Bronce final, con especial atención a las culturas de Thapsos y Castelluccio.

Sección B – Siracusa griega y las colonias corintias: testimonios de la fundación de Siracusa (734 a.C.) y de su expansión en Sicilia oriental. Destacan las metopas y los capiteles de los templos arcaicos, las inscripciones en griego antiguo y una extraordinaria colección de ajuares funerarios.

Sección C – Centros griegos de Sicilia y testimonios helenísticos y romanos: esculturas, mosaicos y manufacturas que ilustran la evolución artística y urbanística de la isla, incluidas las estelas funerarias y las decoraciones arquitectónicas de época imperial.

Sección D – Edad paleocristiana y bizantina: inscripciones, sarcófagos y objetos de culto que documentan la progresiva cristianización de Sicilia.

Entre las piezas más célebres se encuentran el kouros de Lentini, las estatuillas votivas de Deméter y Kore, la colosal cabeza de Zeus y las refinadas joyas de época helenística.

Un centro de investigación y protección

El Museo “Paolo Orsi” no es solo un lugar de exposición: desempeña también un papel fundamental en la conservación, catalogación y estudio de los hallazgos arqueológicos del sudeste de Sicilia. Gracias a su biblioteca especializada y a sus laboratorios de restauración, representa un punto de referencia para arqueólogos, historiadores del arte y estudiosos de todo el mundo.

Visita y atmósfera

Visitar el Museo Arqueológico “Paolo Orsi” significa realizar un viaje inmersivo a través de la historia más remota de Sicilia. La amplitud de las salas y la disposición temática permiten captar, con claridad y profundidad, la evolución de las culturas que habitaron la isla. La cercanía con el Parque Arqueológico de la Neápolis hace la experiencia aún más completa: aquí, lo que se ha visto esculpido en la piedra o modelado en la arcilla encuentra su ubicación en el contexto urbano y paisajístico original. Es un lugar donde el pasado no es polvo de museo, sino materia viva, todavía capaz de contar y encantar.

Rovine della Chiesa di San Giovanni alle Catacombe, Siracusa

Iglesia de San Juan en las Catacumbas

El corazón paleocristiano de Siracusa, entre memorias apostólicas y el silencio de la ciudad subterránea.

En la llanura septentrional de la antigua Siracusa, justo fuera del perímetro de la isla de Ortigia, se alza la Iglesia de San Juan en las Catacumbas, un complejo que entrelaza historia, fe y arqueología en un relato que abarca casi dos milenios. Sobre y bajo el suelo se desarrolla uno de los lugares más sugerentes de la ciudad: el santuario cristiano dedicado a la evangelización apostólica y las vastísimas catacumbas paleocristianas, entre las más importantes y mejor conservadas del Mediterráneo.

La tradición apostólica y los orígenes

Según una tradición arraigada en la devoción local, en este lugar habría predicado San Pablo durante su paso por Sicilia, atestiguado en los Hechos de los Apóstoles (28, 12). Ya en época romana imperial, la zona estaba ocupada por necrópolis subterráneas, destinadas inicialmente a sepulturas paganas y posteriormente, entre los siglos III y IV d.C., adaptadas y ampliadas para acoger a las comunidades cristianas. La iglesia actual se levanta sobre los restos de una basílica paleocristiana, reconstruida varias veces a raíz de destrucciones y terremotos, asumiendo su aspecto actual sobre todo entre los siglos XII y XIV.

Las catacumbas: la ciudad subterránea de los primeros cristianos

El acceso principal a las catacumbas se abre precisamente desde el atrio de la iglesia. Al descender, uno se sumerge en una intrincada red de galerías y pasillos que se extienden por cientos de metros, articulados en torno a una gran rotonda central, probable adaptación de una anterior instalación hídrica romana. Aquí las tumbas, excavadas en la roca caliza, se suceden en hileras ordenadas o se abren en arcosolios, lóculos y cubículos familiares, muchos de ellos adornados con grafitis y símbolos cristianos: el pez (ichthys), la paloma, el ancla de la salvación. La atmósfera es la de un silencio suspendido, roto solo por el paso del visitante, y la luz artificial devuelve sombras que parecen evocar la presencia de los fieles sepultados en este laberinto sagrado.

Memoria, arte y destrucciones

A lo largo de los siglos, la iglesia y las catacumbas fueron objeto de saqueos, profanaciones y reutilizaciones: durante las incursiones árabes, los ajuares litúrgicos se dispersaron; en el período normando se asistió a un renacimiento, con la reconstrucción de la basílica y la inserción de elementos arquitectónicos románico-góticos. La fachada actual, sobria y austera, esconde un interior rico en sugestiones históricas: columnas monolíticas, capiteles reutilizados de edificios antiguos y un presbiterio sobreelevado que domina la nave.

Visita y atmósfera

Entrar en la Iglesia de San Juan en las Catacumbas significa recorrer un itinerario de doble profundidad: la física, que conduce desde el plano de la ciudad a su memoria subterránea, y la espiritual, que devuelve al visitante a los orígenes del cristianismo siracusano. En el exterior, el atrio se abre hacia el campo urbano, ofreciendo un momento de luz antes de descender al vientre de la ciudad antigua; en el interior de las catacumbas, en cambio, se percibe la fuerza de la fe de los primeros cristianos y el eco de un culto que, aun cambiando a lo largo de los siglos, nunca ha dejado de vibrar entre estos muros de piedra. Es un lugar donde la historia religiosa se entrelaza con la estratificación urbanística, y donde el tiempo parece ralentizarse, envuelto en un aura de íntima sacralidad.

Cortile interno di Palazzo Bellomo a Siracusa

Galería Regional del Palacio Bellomo

El cofre del arte siracusano. De la arquitectura suaba a custodio de obras maestras, un viaje por el arte siciliano desde la Edad Media hasta el siglo XVIII.

La Galería Regional del Palacio Bellomo es el principal centro museístico de Siracusa y uno de los más importantes de Sicilia por sus colecciones de arte medieval y moderno. Su valor es doble: por un lado, el contenedor mismo, el Palacio Bellomo, es una obra de arte arquitectónica que muestra las estratificaciones desde el siglo XIII al XV; por otro, las colecciones que alberga ofrecen una extraordinaria panorámica de la producción artística, pictórica y escultórica de la isla, con obras capitales como la Anunciación de Antonello da Messina.

El Palacio: una arquitectura para admirar. El palacio es el resultado de la fusión de dos edificios. El núcleo más antiguo, que data del período suabo (siglo XIII), es severo y fortificado, como se desprende de la fachada principal. En el siglo XV, la familia Bellomo lo amplió y lo ennobleció según los dictados del estilo gótico-catalán, del cual el patio interior es un soberbio ejemplo. Este último está dominado por una magnífica escalera exterior y un pórtico con arcos apuntados sobre columnas octogonales, que crea un ambiente de gran elegancia y armonía. Esta fusión de estilos convierte al palacio en sí mismo en una pieza destacada de la colección y una introducción perfecta a la historia artística de la ciudad.

Las colecciones y las obras maestras. El recorrido expositivo se desarrolla cronológicamente. La Pinacoteca (planta superior) es el corazón del museo: alberga la Anunciación (1474) de Antonello da Messina, una obra maestra de introspección psicológica, obras de Mario Minniti (amigo de Caravaggio) y un amplio panorama de la escuela siciliana. En la planta baja, la sección de escultura y artes decorativas cuenta con una significativa colección de obras de Antonello Gagini, la suntuosa Carroza del Senado (1763), belenes, joyas y sarcófagos medievales.

Nota sobre Caravaggio. Aunque "El Entierro de Santa Lucía" de Caravaggio estuvo expuesto durante mucho tiempo en este museo, su ubicación actual y definitiva es la cercana Iglesia de Santa Lucía alla Badia, en la Piazza Duomo. La visita al Palacio Bellomo sigue siendo, no obstante, propedéutica y complementaria para comprender plenamente el contexto en el que nació la obra maestra de Caravaggio.

Información práctica. Indicaciones sobre horarios, entradas, accesibilidad y servicios (tienda de libros, visitas guiadas).

La spiaggia di Calarossa con bagnanti a Ortigia, Siracusa

Playa de Calarossa y Accesos al Mar en Ortigia

Un chapuzón en la historia: Calarossa y los soláriums sobre el mar de Ortigia

Vivir el mar en el corazón de la ciudad-isla, entre calas escondidas, plataformas equipadas y la leyenda de una batalla sangrienta.

Aunque Ortigia es una isla, su naturaleza de fortaleza histórica, rodeada de altas murallas, hace que el acceso al mar sea una experiencia peculiar y buscada. No hay largas playas de arena, sino una serie de pequeñas calas, plataformas y bajadas al mar que ofrecen un contacto directo y sugerente con las aguas cristalinas del Jónico. Entre estas, la Playa de Calarossa es la más célebre y frecuentada, un pequeño anfiteatro natural amado tanto por los siracusanos como por los visitantes.

La playa de Calarossa

Descripción: situada en el Lungomare di Levante, Calarossa no es una playa en el sentido tradicional del término, sino una pequeña bahía con una plataforma de guijarros y rocas planas desde la que es posible entrar fácilmente en el agua. Sus aguas están protegidas por un acantilado y presumen de colores que varían del turquesa al azul cobalto, según la luz. Durante el verano, se convierte en el punto de encuentro predilecto para quienes buscan refrescarse sin abandonar el centro histórico.

El Origen del Nombre: el nombre "Calarossa" (Cala Roja) está ligado a un cruento evento histórico. Se narra que en 1038, durante la batalla en la que el general bizantino Jorge Maniaces derrotó a una flota árabe justo en estas aguas, la masacre fue tal que el mar y la cala se tiñeron de rojo por la sangre de los vencidos. El nombre es, por tanto, la contracción de "Cala Rossa", una memoria histórica impresa en la toponimia del lugar.

Los Soláriums y Otros Accesos

Para aumentar la usabilidad de la costa durante la temporada de verano, se instalan grandes plataformas de madera (los soláriums) en varios puntos estratégicos del paseo marítimo.

Solárium de Forte Vigliena: situado en el Lungomare di Ponente, es uno de los más populares. Ofrece una vista magnífica del Porto Grande y del Castillo Maniace y es el lugar ideal para disfrutar del sol hasta el atardecer.

Solárium de Levante: posicionado a lo largo del paseo oriental, permite disfrutar del mar más abierto.

La "Marina": el Lungomare Alfeo, conocido como la "Marina", aunque no está equipado para el baño, presenta varias escalerillas que descienden directamente a las rocas, utilizadas por los más jóvenes para un chapuzón rápido.

Consejos prácticos

El acceso a Calarossa y a los soláriums es libre. Es aconsejable el uso de zapatillas de roca para moverse con mayor facilidad. Dada la popularidad de estos lugares, especialmente en una tarde de sábado de verano, pueden estar muy concurridos. La experiencia de un baño al atardecer, cuando la multitud disminuye y la luz se vuelve dorada, es particularmente memorable.

Latomia dei Cappuccini, un giardino storico a Siracusa

Latomía de los Capuchinos

El jardín escondido y el eco de la tragedia

La más vasta y antigua de las canteras de piedra de Siracusa, escenario del trágico fin de los prisioneros atenienses y hoy transformada en un jardín botánico de extraordinaria belleza.

Situada en la parte oriental de la tierra firme siracusana, justo fuera del perímetro de Ortigia, la Latomía de los Capuchinos es un lugar de una belleza conmovedora y de una memoria histórica terrible. Es la más grande de las antiguas canteras de piedra (latomìe) de donde durante siglos se extrajo la piedra caliza para construir los templos y palacios de la ciudad. Pero su fama está ligada al epílogo de la desastrosa expedición ateniense a Sicilia (415-413 a.C.), cuando se convirtió en la prisión al aire libre y la tumba de siete mil soldados atenienses.

La prisión de los atenienses

Tras la aplastante victoria siracusana en la batalla del río Asinaro, los supervivientes del ejército ateniense, unos 7.000 hombres, fueron capturados. El historiador Tucídides, en su "Historia de la Guerra del Peloponeso", describe su trágico final con escalofriante precisión. Fueron arrojados a esta profunda cantera, expuestos al sol de día y al frío de noche, con raciones mínimas de agua y comida. Durante setenta días, vivieron en condiciones inhumanas, entre los cadáveres de sus compañeros y las enfermedades. Los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos. La Latomía de los Capuchinos es, por tanto, un monumento al sufrimiento y una advertencia sobre la crueldad de la guerra, un lugar que, para quien conoce su historia, evoca un profundo sentimiento de conmoción.

La transformación en jardín

En el siglo XVI, la latomía fue anexionada al cercano convento de los frailes Capuchinos, del que toma su nombre. Los frailes comenzaron a cultivarla, transformando la desolada cantera en un huerto y un jardín. Gracias al particular microclima que se crea en el interior de la cantera (más cálido en invierno y más fresco en verano), aquí han podido arraigar y prosperar numerosas especies de plantas exóticas y subtropicales, junto a la vegetación mediterránea.

Visita y Atmósfera

Hoy la visita a la Latomía de los Capuchinos es una experiencia única. Se desciende a un mundo apartado y exuberante, paseando por senderos sombreados por árboles seculares, entre paredes de roca blanca de decenas de metros de altura. Se pueden explorar las cuevas y grietas de donde se extraían los bloques. La atmósfera es de paz y serenidad, pero la conciencia de la tragedia que estos muros de roca han presenciado crea un contraste emocional potente e inolvidable. Es un lugar donde la belleza de la naturaleza ha, literalmente, cubierto y aliviado una de las mayores tragedias del mundo antiguo.